El 8 de febrero se celebra en la mayor parte de Japón un festival extravagante y que nos atañe a las que andamos entre telas y alfileres. El festival al que me refiero es el Hari-kuyou (針供養).
Hoy, en Japón, los estudiantes de Diseño y Moda, las modistas, sastres, bordadoras y la mayoría de las personas relacionadas con la costura se toman un día entero de descanso y llevan sus agujas y alfileres rotas, dobladas, viejas o despuntadas al templo cercano.
Allí, un sacerdote recita un
sutra que dedica a las agujas y al mismo tiempo que les agradecen los servicios prestados durante todo un año se pinchan en trozos de
tofu.
Los japoneses creen que los objetos inanimados también tienen alma y, por lo tanto, se les debe tratar con respeto. Ellos han elegido el tofu, para despedir a las agujas rotas, por su textura suave. Se supone que este alimento las aliviará en el más allá después de haber trabajado duro, envolviéndolas en un abrazo de dulzura y gratitud.
Después de este ritual las agujas de las distintas zonas se envían al templo de Awashima y allí se les da sepultura.
La esencia del Hari-kuyo es agradecer a las agujas el trabajo realizado durante el año que ha pasado, pero también rezar y pedir para que nuestra habilidad en el manejo de las mismas mejore en un futuro.
¿No os apremia la necesidad de comprar un billete y subiros en este tren?.
Espero que os haya gustado esta entrada. Hasta mañana.